Analizando…

Mis gatas son caprichosas,

egoístas, rencorosas, celosas,

molestas, meadoras profesionales,

máquinas perfectas de vomitar pelos,

mordedoras excelsas,

hacen caca tóxicamente peligrosa,

rasguñan con saña y tienen las uñas excelentemente afiladas.

Y también son decoradoras perfectas:

no dejan mueble sin arañar

ni cama ni ropa sin pelos.

Tienen una elegancia sin igual,

un pelaje suave y que se cae de nada,

ojos que brillan en la oscuridad,

bigotes largamente equilibrados,

ronrones acompasados,

amasan con sus patitas un pastel de amor

cuando están encima mío,

dan besitos de lenguas ásperas,

acompañan en el invierno y en el verano,

esperan ansiosas a que llegue a casa,

hacen «pancita» (y después te muerden).

Todo eso son.

Resumiendo…

Sin ellas, no sería yo.

Ellas me definen.

Ellas soy yo,

yo soy ellas.

Y quien me visita,

sabe que ellas, siempre, siempre,

pero siempre,

tendrán prioridad.

He dicho.