Una vez más, ella sonrió.

Una vez más, me miró con ese azul somero y me atravesó.

Una vez más, sonrió, me miró y me dijo:

– ¿Todavía no te das cuenta?-

– No – le dije yo. – No me doy cuenta.- ya estaba enojada.

¿Otra vez con lo mismo?. Basta.

Me siguió mirando fijo, azul, someramente. Profundamente.

– Bue, listo. No sé qué es. Decime.-

– No – dijo ella. – Date cuenta sola. Ya deberías haberlo visto. Hace rato. –

Estaba encaprichada. Ella y yo. Ambas.

– No, no lo veo. Si no me decís, me voy.- le dije. Fruncí el ceño.

La miré fijo y ella me devolvió la mirada.

Nada.

Di media vuelta con un resoplido, le dije algo intraducible, apagué la luz y salí del baño.

Ella se quedó ahí, en la oscuridad del espejo, con su mirada azul somera.

Todavía no sé de qué quiere que me de cuenta.

Otra vez será. Me tengo que ir.

Chau.

Hasta el próximo miércoles! 😉