Una vez más, ella sonrió.
Una vez más, me miró con ese azul somero y me atravesó.
Una vez más, sonrió, me miró y me dijo:
– ¿Todavía no te das cuenta?-
– No – le dije yo. – No me doy cuenta.- ya estaba enojada.
¿Otra vez con lo mismo?. Basta.
Me siguió mirando fijo, azul, someramente. Profundamente.
– Bue, listo. No sé qué es. Decime.-
– No – dijo ella. – Date cuenta sola. Ya deberías haberlo visto. Hace rato. –
Estaba encaprichada. Ella y yo. Ambas.
– No, no lo veo. Si no me decís, me voy.- le dije. Fruncí el ceño.
La miré fijo y ella me devolvió la mirada.
Nada.
Di media vuelta con un resoplido, le dije algo intraducible, apagué la luz y salí del baño.
Ella se quedó ahí, en la oscuridad del espejo, con su mirada azul somera.
Todavía no sé de qué quiere que me de cuenta.
Otra vez será. Me tengo que ir.
Chau.
Hasta el próximo miércoles! 😉
23 noviembre, 2016 at 7:54 pm
Cortázar. Kafka. Se lo perdieron !!!!!
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26 noviembre, 2016 at 8:50 pm
Gracias por el elogio, pero tampoco taaaaaaanto, jajajaja 😉
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15 diciembre, 2016 at 11:38 pm
Me agrada la idea de dejar la espectativa en el lector, quisiera saber que pasa después… también me encanta el yoga, la luna y escribir. Saludos!
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15 diciembre, 2016 at 11:44 pm
Hola, Jessy!! Qué bueno encontrar gente en la misma sintonía!! 😀 La continuación de la historia está en los cuentos N° 2, 3 y 4. Date una vuelta por el blog! 😉 Namasté.
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22 junio, 2017 at 8:03 pm
Namasté
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